jueves, 25 de octubre de 2012

El dopaje en el deporte

Hace unos días se confirmó lo que yo desde hace muchos años venía denunciando: que Lance Armstrong se dopaba día sí y día también. Recuerdo la indignación de la gente cuando el tramposo estaba en su época de apogeo ganando sus 7 Tours consecutivos, y yo les argumentaba que aquello era manifiestamente imposible.

Motivos no me faltaban: que nadie puede ser mejor después de un cáncer que antes de padecerlo, que Armstrong había sido un corredor potente y rodador bueno para las clásicas, pero no un escalador ni tampoco un gran contrarrelojista, que ganaba con demasiada facilidad y en todas las especialidades...

Pues nada, la gente completamente obnubilada: que si yo era un incrédulo, que siempre pensaba mal de los demás, que qué sabía yo de ciclismo (cuando había visto todas las grandes vueltas desde 1990), que era incapaz de asumir que un deportista podía ser manifiestamente superior, y demás zarandajas. Sólo recuerdo a una persona que estaba de acuerdo conmigo. Hale, pues con su pan se lo coman. Bien calladitos que están ahora.

Dada la repercusión de la noticia, es el momento adecuado para hablar del tema del dopaje deportivo en general, a ver si esta vez alguien me hace un poquito más de caso. De hecho, y aunque también se me acusará ahora de antiespañol, aprovecho para airear otras de mis sospechas:

  1. Existen al menos 3 deportes en los que el dopaje es masivo, por no decir absoluto: ciclismo, atletismo y natación. Hay otros, como el fútbol, el baloncesto o el tenis, donde me parece que no es tan masivo, pero sí considerable.
  2. De las actuales figuras deportivas, opino que entre otros se dopan Usain Bolt, David Rudisha, Rafael Nadal, Novak Djokovic, Alberto Contador o los jugadores de la NBA (donde sólo tienen que pasar un control, y siempre en octubre). De los ya retirados, pongo en el punto de mira por ejemplo a Miguel Induráin y Michael Phelps.
  3. El creciente número de casos de muertes repentinas en el deporte están directamente relacionadas con las drogas, ya sea por dopaje o porque las toman en distintas juergas.

Paso a justificar un poco estos 3 puntos:
  1. Elijo esos 3 deportes porque son con diferencia en los que cada año se baten más récords mundiales (basta recordar algunos de los últimos mundiales de natación), algo manifiestamente imposible si se jugara limpio. ¿Por qué? Pues muy sencillo: porque una vez que el deporte se profesionaliza, todos los deportistas de élite están cuidadosamente elegidos y entrenados en exclusiva para ella, con lo cual el hecho de batir un récord sería algo excepcional, y no algo que suceda cada año (y conforme van pasando los años, debería ser cada vez más excepcional). Los materiales no han mejorado tanto en los últimos años como para justificar esa mejora de las marcas, así que tampoco sirven de explicación. Y además de eso, está el tremendo número de precedentes: me vienen a la cabeza gente como Marion Jones, Maurice Greene, Justin Gatlin, Ekatherini Thanou, Richard Virenque y todo el equipo Festina, Marco Pantani, Joseba Beloki, Jan Ullrich y toda la Operación Puerto...
  2. Este punto es consecuencia del anterior: todo aquel que bata récords de forma inusitada y además con un margen tremendo (Bolt, Rudisha, Phelps), que tenga una musculatura desproporcionada o nunca vista antes en ese deporte (Nadal, los de la NBA), que de repente empiece a ganar todo y de forma abrumadora (Armstrong, Djokovic el año pasado), o que corra o aguante físicamente demasiado dada su complexión (Induráin) tiene casi todas las papeletas para ir hasta las trancas.
  3. Esto también está relacionado con el punto 2. La clave es que cuando un suceso se sale demasiado de la tendencia habitual, algo sucede. Pasan décadas sin haber prácticamente ninguna muerte en un campo de fútbol, y de repente empiezan a caer como moscas (Puerta, Jarque, Foe...), gente joven y supuestamente en muy buena forma física, y la justificación para ello es que tienen malformaciones cardíacas que curiosamente nunca se habían detectado antes, cuando ahora tienen a médicos especializados a su disposición, dietas personalizadas, monitorización mucho más frecuente que hace años... Pues no cuela, señores.
Podría extenderme más, pero me parece que es algo tan obvio que no debería admitir discusión. Lanzados ya los dardos, intentemos ahora ser un poco más constructivos y analizar por qué sucede esto y cómo se podría solucionar.

Sobre las causas, creo que las fundamentales son 2:
  1. La cantidad de dinero en juego. Cuando el premio es muy suculento y hay muchos intereses creados, las trampas afloran como setas. Cuando el Tour de Francia era una carrera para unos pocos desconocidos que se dedicaban a la bici como afición, aquello era puramente vocacional; ahora que es una carrera que mueve millones cada año y que sólo la corren ciclistas entrenados exclusivamente para ello, pasa a ser un negocio y no una afición. Y ya sabemos cómo es el mundo de los negocios, donde la honradez se deja de lado porque lo que importa son los resultados y las ganancias.
  2. La necesidad de espectáculo continuo. Gran parte del dinero que se mueve en el deporte viene de los medios de comunicación, especialmente de la televisión. A cambio de los derechos televisivos, el organizador del evento deportivo cobra un pastón. Pero claro, a su vez los directivos de las cadenas esperan que estén delante de la televisión millones de personas, incluso aquellas a las que ese deporte no les llama la atención especialmente. Y esto no es posible si cada año no se da algún aliciente: que se batan récords mundiales, que se vaya cada vez más rápido, que se tire cada vez más fuerte, que las pruebas sean cada vez más duras... El deporte se ha convertido en un circo, y el que haga el más difícil todavía es el que se lleva el gato al agua.
¿Cómo se soluciona este asunto entonces? Pues sólo veo 2 posibles salidas:
  1. Volver a los orígenes y que el deporte moviera menos dinero y no fuera tan espectáculo de masas. Esto es muy utópico, pero me parece totalmente irreal porque ya hay demasiados intereses creados. De hecho, la posibilidad de que pillen a alguien dopándose y lo expulsen parece que se ha integrado ya como parte del show...
  2. Ser pragmático, dejarse de matar moscas a cañonazos y admitir abiertamente el dopaje, y que quienquiera que esté viendo un deporte sepa que allí todo el mundo puede ir hasta arriba. A pesar de lo que pudiera parecer, no creo que esto repercutiera demasiado en las audiencias (sin ir más lejos, en Estados Unidos siguen viendo la NBA y el béisbol como si nada), y además se ahorraría todo el dinero de los controles antidopaje.
Dicho sea de paso, ésta es también mi opinión sobre las drogas en general. Debería legalizarse su consumo en todo el mundo, y así de un plumazo nos ahorraríamos todo el dinero de la lucha contra el narcotráfico, y todas esas bandas que se hacen de oro se tendrían que dedicar a otra cosa. Pero de esto hablaremos más en detalle otro día.


domingo, 29 de julio de 2012

Hispanistán

Ese patriotismo con los deportes,
esa Cibeles harta de los saraos,
esa obsesión por tantos recortes,
esas viejas duquesas consortes
de nupcias sobre tablaos.

Esos toreros que se creen Ayrton Senna,
ese "a ver qué mal dato nos cuentan hoy",
esos jueces que no emiten condena,
ese "votar no vale la pena,
yo me quedo como estoy".

Esa prima de riesgo que descalabra,
esa pura y dura especulación,
esos Camps, Griñanes, Matas y Fabras,
ese no cumplir con la palabra
en esta patria de corrupción.

Ese congreso lleno de imputados,
esos recursos al Constitucional,
esa dictadura de los mercados,
esos cámpings de indignados
que siempre terminan mal.

Ese estado de las autonomías,
esas embajadas en ultramar,
esos desmanes de nuestra monarquía,
esa gente que no sabía
lo que tenía que pasar.

Ese país, Hispanistán,
donde no importa el qué dirán,
en que mientras que puedas
con todo te quedas
de choriceo.
Aquí sólo triunfa el truchimán
y quien estudia es ganapán,
no resulta entonces oscuro
por qué el futuro
pinta tan feo.


Ese alza interminable del paro,
ese "pronto vamos a mejorar",
esa soberbia rayana en el descaro,
ese horrible desamparo
de quien ya no tiene hogar.

Esas casas pegadas a la costa,
esos vertidos gracias a Bolidén,
esos bosques incendiados aposta,
esas cenas con langosta
cuando el país "iba bien".

Esos mineros en pleno pie de guerra,
esos ninis que piensan sólo en salir,
esa recalificación de la tierra,
esa gente tan gamberra,
expertos en destruir.

Esas fiestas repletas de alcoholismo,
esos nombramientos en TVE,
ese tradicional enchufismo,
ese irritante pasotismo,
un continuo paripé.

Ese retroceso con el aborto,
esa sensación de no poder más,
ese maldecir "ya no lo soporto",
ese contemplar absorto
cómo vamos hacia atrás.


Ese país, Hispanistán,
donde no importa el qué dirán,
si te dedicas al fraude
el pueblo te aplaude
pues eres listo.
A quien se envidia es a Díaz-Ferrán
y a quien se escucha al charlatán,
mientras alguien decente
piensa impotente
"¿cómo resisto?".


Ese país, Hispanistán,
donde se enardece al gañán,
en el que no ponen peros
a burrear dineros
que sean ajenos.
Que sepas que si me sale el plan,
cosa que anhelo con afán,
veré tu desplomarte
lejos, sin echarte
nada de menos.





















domingo, 15 de julio de 2012

Summa cum fraude

(¡Qué brillante expediente,
qué hacha en C++!).
- ¡Eh, espera, detente!
¿Adónde crees que vas?

- A ganarme la vida
en el mundo real,
a buscarme una salida
de corte empresarial.

- Si eso es lo que quieres
no te puedo parar,
¿pero tú no prefieres
ponerte a investigar?

- Pues no estoy muy seguro
de querer ser doctor,
no veo claro el futuro
y en España aún peor.

- Eso a todos nos pasa,
más de lo que te crees.
¿Qué te dicen en casa,
te causan mucho estrés?

- Que haga lo que me guste,
no me meten presión,
que piense y no me asuste
esta gran decisión.

- Estar sin referencia
es difícil, la verdad,
pero unirte a la ciencia
te da tranquilidad.
Es como la carrera
sólo que a mayor nivel:
leer, darle a la sesera,
hacer cuentas en papel.

(¿Qué me cuenta este tío
hablando con tal fervor?
Yo aquí sigo hecho un lío,
no sé qué es lo mejor:
seguir la trayectoria
del mundo laboral,
o meterme en esta historia
tan intelectual.)

- No pienses que te insisto,
pero desde que te vi
dije "ese chaval tan listo
tiene que acabar aquí".
Alguien tan inteligente
sería un gran profesor,
además de un excelente,
sagaz investigador.

(¡Lo dice tan convencido
que va a tener razón!
Queda pues decidido
probar con esta opción.)
- Vale, pues solicito
un poco de información,
¿a quién leches me remito
en busca de financiación?

- En eso no hay misterio
y menos siendo tú,
pedimos al ministerio
una beca FPU.
Te unes a nuestro grupo
antes de la solicitud,
seguro quedará cupo
para alguien con tal virtud.

- Será mucho papeleo,
pero ya sabes cómo es.
¿Ahora qué libros me leo?
Dime cómo tú lo ves.

- De eso yo ya me encargo,
de encontrarte material,
créeme, es bastante largo,
pero tiene potencial.

Así el profesor le vendió el gran camelo
disfrazándolo de dulce caramelo,
aprovechando su aprensión y canguelo
relamiéndose en ofrecerle consuelo.
Así cayó en la red otro buen estudiante,
por no ser algo más echado p'alante
el pobre consagró su mente brillante
a algo que al final acabó con su aguante.


(Esto marcha, tengo beca,
no he hecho más que empezar,
y menuda biblioteca
nos acaban de estrenar!
¡Qué trabajo más bohemio,
qué gran oportunidad!
¡Cómo mola ser del gremio
de esta universidad!)

- Chavalín, ¿cómo va eso?
Algo se te debe ocurrir
porque ahora hay un congreso
al que tenemos que acudir.
¡Dale duro a la mollera
y verás qué felicidad
cuando veas que te espera
toda la comunidad!

(Él espera que trabaje
y eso es lo que voy a hacer.
Todo sea por el viaje,
comenzar a conocer.
Esperemos que funcione
esta pequeña extensión,
siempre que no me traicione
eso que llaman intuición.)

- ¡Bien! Si tenemos fortuna
con la organización,
de aquí que te sale una
primera publicación.
De hecho tú imagina
ampliarlo un poco más,
con eso ya la tesina
la tienes en un pispás.

Así el profesor le siguió motivando,
con sus años de experiencia al mando
sabía qué tenía que hacer y cuándo
y sin problema el máster se fue sacando.
En esto llegó la hora de irse de estancia,
el tirarse unos cuantos meses en Francia,
el continuar a base de constancia
para publicar en cualquier circunstancia.


- Tranquilo, tú no hagas caso
a este idiota revisor.
Esto no es ningún fracaso,
podría ser mucho peor.
Hay gente que va de lista
siempre te pone a parir,
con mandarlo a otra revista
suficiente y a vivir.

(Esto no lo imaginaba,
vamos de mal en peor.
El doctorado no se acaba,
¿qué hago? ¡Menudo horror!
Se me termina la beca
ésta no es mi vocación,
no consigo de la ANECA
ninguna acreditación).

- Calma, no te desesperes,
ya he visto esta situación.
Tú te la sacas si quieres,
la dichosa demostración.
Ahora se te hace eterno,
pero próximo está el fin,
para salir del infierno
da otra vuelta de magín.

(Supongamos que me sale,
que termino con honor,
pero eso sólo no vale
si quiero ser profesor.
Para darme algo de fama
debo irme de postdoc,
¡y ante este panorama
entro en estado de shock!)

Así el profesor le cavó sepultura,
al chico terminó de meter en cintura,
logró que el Día D estuviera a la altura,
leyó la tesis con aplomo y soltura.
Obtuvo el deseado summa cum laude,
regocijándose: "la gente me aplaude",
jurando para sí: "que no les defraude",
culminando así otro caso de fraude.


El éxito hizo que renovara el brío,
que se exiliara al norte, allá con el frío,
que en aquel alma donde hubo poderío
ahora quede ya sólo encono y hastío.
Viviendo solitario y falto de rumbo,
vagando por el mundo de tumbo en tumbo,
de beca en beca, de proyecto en proyecto,
para esto dio de sí aquel gran intelecto.

sábado, 12 de mayo de 2012

Summer is coming

Ya está aquí, y ha llegado para quedarse hasta octubre. Es uno más de estos veranos contemporáneos, que empiezan en mayo y duran medio año aproximadamente (el otro medio año se lo reparten un otoño y una primavera templados, con todo lo más un par de semanas de invierno entremedias).

Inexplicablemente la gente, en lugar de preocuparse por un cambio climático a todas luces alarmante, no cabe en sí de gozo ante lo que llama el "calorcito" (cuando en realidad a lo que se refiere es a un bochorno abrasador). El "calorcito" conlleva viajes a la "playita", lugar por el cual también se siente una fascinación colectiva digna de estudio.


Llevo años intentando comprender cuál es la gracia de la playa. Personalmente opino que durante unos pocos días está bien (siempre que no haga mucho calor, es decir, si no se va en verano), pero que al cabo de a lo sumo una semana pasa a ser un sitio increíblemente aburrido. Examinemos una típica jornada playera, que consta de las siguientes fases (sin detallar de momento qué sucede en la playa en sí) :

  • Mañana: levantarse tarde, desayunar, constatar que un día más hace mucho calor y que no hay nada interesante que hacer, decidir bajar a la playa y empezar a sudar bajo el sol.
  • Playa matutina: llegar a la playa perlado de sudor, comprobar que está toda repleta,  buscar un mínimo rincón en el que depositar las pertenencias, dirigirse hacia él quemándose los pies con la arena, dejar caer los bártulos, estar allí hasta que la gazuza apremie.
  • Periodo inter-playa: caminar hacia el apartamento bajo un sol todavía más abrasador que antes, llenar todo el suelo de arena, ducharse, sentir un mínimo fresco durante 5 minutos, empezar a sudar otra vez nada más secarse, preparar el almuerzo, acabar comiendo como muy pronto a las 3 de la tarde, recoger los restos, poner la tele, ver que la programación es incluso peor que durante el resto del año, suspirar, intentar dormir una siesta, conseguir únicamente sudar la almohada y las sábanas, esperar mirando el reloj repetidas veces a que el resto se despierte, resignarse a bajar otra vez a la playa.
  • Playa vespertina: repetir todo lo hecho durante la fase de playa matutina.
  • Noche: si se es joven y se va en grupo, repetir la parte de ducha y comida del periodo inter-playa, maquearse, hacer botellón, salir hasta las tantas, intentar pillar cacho, no conseguirlo, e irse a la cama en un estado deplorable. Si se va en familia, repetir la parte de ducha, bajar al paseo marítimo, dar un paseo, sentarse en una terraza a tomar un granizado o una horchata, volver al apartamento, cenar, leer o ver la basura de la tele, e irse a la cama en un estado no tan deplorable.


Y esto día tras día, sin cambiar el esquema un ápice, y de ahí el tedio que se incrementa según van pasando las jornadas. 

Si la estancia se alarga mucho, hay algunas ocasiones en que el resto de acompañantes también llegan a aburrirse (bastantes días después que tú, eso sí), momento en el cual se les aparece la virgen y proponen "ir a ver" alguna ciudad, pueblo o paraje de los alrededores. Por lo general, dado que se está en una zona que vive exclusivamente del turismo estival, estos lugares no son muy interesantes desde el punto de vista turístico, pero incluso así agradeces no tener que bajar otro día más a la playa. Eso sí, luego la visita indefectiblemente implica pasar una vez más mucho calor y sentarse a tomar algo en una terraza, así que lo que no es la playa tampoco es que cambie mucho.

Pero pasemos ahora a considerar qué se hace exactamente una vez en la playa. Ya has depositado tus bártulos en la arena ardiente, quedan unas 3 horas hasta la siguiente comida, y el sol aprieta de lo lindo. Mientras tú entras en fase de gabinete de crisis, ves asombrado que todo el mundo a tu alrededor saca ceremoniosamente sus potingues de sus bolsas, se acomoda sentado en sillas plegables o directamente tumbado en las toallas sobre la arena, se unge, y entra en estado de trance, cual lagartijas rebozándose en un muro de piedra.

A base de tomar el sol la gente resuelve en gran parte el problema de qué hacer durante todas esas horas (sobre la sorprendente "actividad" de dorarse con los rayos solares hablaré otro día más detenidamente), pero si esa opción no te convence, estás en una situación delicada. Tienes ante ti las siguientes opciones:

  • Intentar imitarles durante un rato. Durarás poco.
  • Meterte en el agua sin más pretensiones. Te da para media hora como mucho, puesto que además estás preocupado por tus pertenencias, ya que tus acompañantes continúan en estado de trance y no podrán evitar que algún espabilado robe algo.
  • Meterte en el agua para nadar. Suponiendo que no te intimiden cosas como los bancos de algas, las manchas de alquitrán, las bolsas de plástico, las medusas, los patines acuáticos y las motos de agua, puedes intentar llegar una vez más a la misma boya a la que has nadado y te llevas marcando como objetivo durante toda la semana. Llegas, vuelves a hacer la gilipollez de intentar subirte y saludar desde allí, te pegas el planchazo, te ríes solo y te vuelves. Si has conseguido dormir algo mejor de lo habitual y te sientes con ánimos y con ganas de innovar, puedes marcarte como objetivo una boya más lejana o incluso ir hacia algunas rocas o acantilados. Eso sí, los que dan pedales en los patines y los que montan ufanos en sus ruidosas motos acuáticas muy probablemente se marcarán esos mismos objetivos, con lo cual tendrás que sacar la cabeza cada pocas brazadas para no ser desfigurado por alguna hélice o rotor. Suponiendo que todo vaya bien, estás de vuelta tras una hora.
  • Probar a despertar a alguna lagartija en trance para jugar a las palas en la orilla o con el agua hasta las rodillas. Difícil, aunque no imposible de conseguir. Esto da para media hora más o menos.
  • Probar a despertar a todas las lagartijas de tu alrededor para jugar a algún deporte en equipo, tipo voleibol o fútbol playa. Más difícil todavía que lo anterior (por el producto de probabilidades), aunque con suerte esto puede dar para ocupar otra horita.
  • Dar un paseo por la orilla. Tiene el aliciente de intentar no chocar con todo el mundo que se te cruza perpendicularmente, mientras esquivas pelotazos de quienes sí han conseguido jugar a las palas. De todas formas no es muy cómodo, porque la maldita orilla está inclinada y cargas mucho más una pierna que la otra. Duración dependiente de la longitud de la playa.
  • Correr por la orilla. Lo mismo que lo anterior, pero con más opciones de choques, lesiones y de morir deshidratado. Además, ocupa menos tiempo que andando, puesto que vuelves más rápido al muro de las lagartijas, que no se habrán movido lo más mínimo de donde y como las dejaste.
  • Quedarte leyendo o haciendo sudokus, autodefinidos y sopas de letras. Para esto es vital que hayas llevado una sombrilla, si no quieres que la temperatura de la sesera alcance un nivel crítico. Incluso así, el viento puede incomodar la tarea (un viento que, curiosamente, te metes 50 metros arena adentro y ya no sopla), porque te mueve las páginas y te trae arena y sal de lo más ricas.


Si la estancia es particularmente larga (un mes, por ejemplo), incluso las más entusiastas lagartijas "se rayan", como se dice ahora, y necesitan hacer algo novedoso. Deciden entonces apuntarse a cursos de algo relacionado con el mar. Lo más típico es el buceo, el esquí acuático, las motitos de agua y el surf y sus variantes (que si body-surfing, que si wind-surfing, que si kite-surfing, que si su-puta-madre-surfing).



Incluso aunque recurras a este remedio, con eso sólo te quitas o la playa matutina o la vespertina, pero no ambas. Llega un punto al final en el que ya todo el mundo está "superrayado", y entonces es el momento de coger el coche de vuelta a la meseta, tragándote un atascazo de tres pares de narices. Así año tras año, y ya casi que puente tras puente, puesto que hace calor suficiente durante 6 meses al año.

domingo, 1 de abril de 2012

La imparable decadencia de La Vaguada

Tal y como una vez fue

Normalmente en este blog alzo la voz sobre temas abstractos y generales, pero hoy voy a hacer una excepción. A veces yo también soy un poco terrenal y me fijo en cosas tangibles que me tocan más de cerca, no sólo en lo etéreo. Una de esas cosas es el centro comercial y centro neurálgico de mi barrio: La Vaguada. Siendo de Madrid (o al menos habiendo vivido un cierto tiempo en la ciudad), es difícil que no se haya oído hablar de este lugar, puesto que siempre ha tenido fama y buen nombre.

Desgraciadamente, a esta superficie también le ha alcanzado la ubicua vulgarización de la sociedad, y casi todo lo que una vez lo distinguió del resto de centros comerciales, lo que le hacía tener una personalidad propia, ha desaparecido o está a punto de hacerlo. Casi se ha vuelto tan impersonal y anodino como el resto de superficies. Es algo que me apena, y me abruma aún más que la gente del barrio, que lo han visto evolucionar al mismo tiempo que yo, no parezca lamentarse por ello. De hecho, da la sensación de que ya han olvidado cómo fue una vez, a pesar de que no haya pasado demasiado tiempo.

Es posible no obstante que yo tenga a este lugar algo idealizado. Se inauguró en 1983 (el primer centro comercial que se abrió en Madrid) y yo nací en 1984, así que es como si hubiéramos crecido al mismo tiempo, puesto que no he cambiado de barrio. Digo esto porque cuando uno es niño tiende a sobredimensionar las cosas (todo es más grande, más bonito, más sorprendente que cuando se es mayor, e incluso los recuerdos que vienen a la mente de adulto yo diría que se dulcifican), pero también es cierto que así el vínculo es más profundo, y probablemente me haya fijado más que otros en los cambios que han tenido lugar a lo largo de los cientos de veces en que he ido a alguna de sus tiendas.

Por ejemplo, recuerdo con cariño y nostalgia cuando iba a hacer la compra semanal con mis padres. Siempre el viernes por la tarde, e invariablemente quería llevar yo el carrito. Empezábamos por la compra general en el Alcampo, y después íbamos a la parte del mercado, donde me gustaba la variedad de fruterías, verdulerías, charcuterías, carnicerías, pescaderías y pollerías que allí había. Sin lugar a dudas éste es el cambio que me afecta más: en lo que en su día fue un conglomerado de tiendas de lo más animado, hoy apenas queda una de cada. 

El aspecto es desolador: las planchas del resto de tiendas cerradas, y lo que una vez fue el esquivar a gente haciendo eses con mi carrito, coger con cierta aprensión cangrejos vivos ante la sonrisa de la pescadera, o extender la mano para que el carnicero de confianza me diera Sugus, ha pasado a ser el estertor de un enfermo agónico, junto con el recuerdo de su antiguo esplendor mientras mis pasos resuenan por sus pasillos. No me voy a poner tan cursi como para decir que con el mercado muere una parte de mí, pero me resulta inevitable sentir tristeza al constatar que ya nunca volverá a ser lo que un día fue.

Lo mismo ha sucedido con otras tiendas y comercios tradicionales, que no pertenecían a grandes multinacionales. Van cayendo una tras otra (la Plaza de los Artesanos y su olor peculiar, la Librería Gea -que era mucho mejor que la única que queda-, la cafetería de la esquina donde después pusieron un Miró -ahora ya ni siquiera existe ese Miró-), sustituidas por tiendas de ropa con música atronadora e indistinguibles una de otra, o bien fagocitados por El Corte Inglés (el Galerías Preciados original, la tienda de acuarios, la bolera, La Oca...). Ni siquiera estas multinacionales están exentas de desaparecer, devoradas por otras más poderosas (como el Marks & Spencer, que se comió tiendas de decoración y a su vez ha pasado a formar parte del imperio Zara).

Ya casi no queda ninguna de las tiendas iniciales: de lo poco que sobrevive está el Alcampo (ampliado a base de disminuir espacio de almacenamiento), el Prenatal (reducido de tamaño), el Soriano (reubicado hace muy poco para poner un infame Desigual), la cafetería Manila (con una remodelación horrible) y algún otro comercio poco habitual con complejo de aldea de Astérix (la sucursal de Correos, la tienda de ortopedia, la de copia de llaves...).

Ni siquiera los locales de ocio y restauración han resistido. Con la excepción de los recreativos (que irónicamente se mantienen anclados en el tiempo, al ser ya las videoconsolas domésticas más potentes que las coin-op), lo demás se ha vulgarizado en extremo. Mientras que hubo una vez en que el único establecimiento de comida rápida era el McDonald's, ahora también hay un KFC, un Rodilla y un Taco Bell. Los sitios de más "postín" son el Vips, el Gino's y el Friday's; para qué decir más. Lo mismo que los cines: nunca fueron gran cosa, pero cuando los transformaron en multicines los arruinaron definitivamente. Incluso hubo un simulador/cine móvil, que desapareció sin dejar rastro.

Y no puedo terminar sin mencionar el principal distintivo de La Vaguada: su arquitectura. Un edificio diseñado por Jorge Manrique, muy bien integrado en su entorno (un hoyo recubierto por enredaderas y otra vegetación, que disimulan la fachada de piedra), y con velas en la azotea bastante vistosas y originales. El interior también estaba muy trabajado, con áreas de descanso que semejaban pozas de piedra, incluso con algunos lujos como las cascadas. Mucho de esto también se ha ido al garete, con una remodelación que lo estandarizó para parecerse a otros centros comerciales espantosos, como el Plaza Norte o el Plenilunio. 

Ni siquiera respetaron el nombre y el logotipo originales. Arrasar con todo, ¿y al final para qué? Para empeorar, cómo no. Sea éste mi particular homenaje. In memoriam.

martes, 13 de marzo de 2012

Las feminazis y el lenguaje sexista

Antes de nada, querría pedir disculpas a todo seguidor de este blog por el tiempo en que he estado sin subir nada nuevo. Espero que comprendáis que terminar y leer una tesis y buscar un trabajo en los tiempos que corren lleva su tiempo.

Mi ausencia no se ha debido a que no haya estupideces supinas sobre las que despotricar. Qué va, al contrario, cada día hay más, ya que la gente es cada vez más imbécil. Empezaremos por una estupidez recurrente en los últimos tiempos, que es la del lenguaje sexista y las feminazis rasgándose las vestiduras cada vez que oyen un masculino genérico.

Ahora los ánimos se han exacerbado a raíz de un artículo muy agudo de un académico de la Lengua, secundado por varios colegas suyos. Si al menos las feminazis estuvieran buenas, pues oye, no estaría mal que se rasgaran las vestiduras, pero es que encima son unos callos malayos. ¿O debería decir "callas malayas"? Bromas aparte, es cierto que hay ciertos giros del español que son indudablemente sexistas: por ejemplo, el matiz positivo de "cojonudo" y el negativo de "coñazo", o la diferencia evidente entre "hombre público" y "mujer pública".

Pero como de costumbre, las cosas se sacan de quicio y se pasan a censurar cosas que no son censurables. Por mucho que a estas señoras les duela, en español se usa el masculino para referirse a un grupo de personas o a un nombre genérico (por eso yo he escrito al principio "disculpas a todo seguidor", porque eso ya incluye a toda posible seguidora del blog). En otros idiomas, como el alemán, se utiliza el femenino para los plurales, y que yo sepa los hombres alemanes (si dijera sólo "los alemanes" serían todos -y todas-, por tanto especifico que son los hombres de allí) no se han rasgado las vestiduras por la discriminación histórica que supone el feminismo de la lengua teutona. Podríamos haber usado nosotros también el femenino, o podríamos tener un género neutro también como en alemán, pero históricamente no ha sido así. Punto pelota.

¿Entonces por qué está esto tan de moda? Pues por varios motivos. Uno es que hay bastante gente que está sacando tajada de esta corriente (sobre todo mujeres, pero también algún hombre que se las da de progre para ver qué cae). Sin ir más lejos, en la Universidad Autónoma de Madrid, que me pilla al lado, hay un Instituto Universitario de Estudios de la Mujer, una Unidad de Igualdad y un Observatorio de Género, nada más y nada menos. Lógicamente, estos organismos para justificar su existencia tienen que fingir que hacen algo productivo, como por ejemplo publicar guías de lenguaje no sexista, enviar correos reivindicativos de vez en cuando, proyectas películas gafapastiles y otras zarandajas. No olvidemos tampoco que hubo un Ministerio de Igualdad en el anterior gobierno español, y que aunque ahora no llegamos a tanto sigue existiendo una Secretaría de Estado de lo mismo.

Esto nos lleva al segundo motivo, que es el de entender la igualdad de manera errónea. Es innegable que el trato a las mujeres es distinto es muchos casos que el que se da a los hombres a la hora de las remuneraciones salariales, o que la mayor parte de los casos de violencia conyugal son del hombre hacia a la mujer. Son cosas que hay que combatir, pero desde luego no se van a combatir cambiando artificialmente el lenguaje. Con eso no se soluciona nada, y además se desvía la atención de los temas que realmente importan, que son éstos que he mencionado y otros derivados.

Y de aquí llegamos al tercer motivo, que es el de abrazar cualquier tendencia moderna (por estúpida que ésta sea) para parecer guay, cool, trendy y superprogre. En el caso de un personaje público, esto lo hace para ganar popularidad y para disfrazarse de progre e izquierdoso cuando en realidad no lo es (y como cortina de humo para ocultar otras cosas, claro). De ahí que tantos políticos, rectores de universidad y demás cargos importantes (que también son "cargas" importantes, mira por dónde a veces está bien esto de usar masculino y femenino) se llenen la boca con la igualdad, empiecen sus discursos con el "compañeros y compañeras" y financien y lancen ditirambos a todas estas nonadas.

Aunque en realidad les dura poco, porque luego nadie es capaz de hablar así: "buenos días a todos y a todas, estamos aquí reunidos y reunidas para debatir asuntos que preocupan especialmente a los ciudadanos y ciudadanas españoles y españolas...". Ni siquiera los autores y las autoras de los guíos y las guías de idiomo e idioma no sexisto y no sexista, que lo que deberían estar haciendo es cavar zanjas, ahora que el sector de la construcción está tan parado.