domingo, 1 de abril de 2012

La imparable decadencia de La Vaguada

Tal y como una vez fue

Normalmente en este blog alzo la voz sobre temas abstractos y generales, pero hoy voy a hacer una excepción. A veces yo también soy un poco terrenal y me fijo en cosas tangibles que me tocan más de cerca, no sólo en lo etéreo. Una de esas cosas es el centro comercial y centro neurálgico de mi barrio: La Vaguada. Siendo de Madrid (o al menos habiendo vivido un cierto tiempo en la ciudad), es difícil que no se haya oído hablar de este lugar, puesto que siempre ha tenido fama y buen nombre.

Desgraciadamente, a esta superficie también le ha alcanzado la ubicua vulgarización de la sociedad, y casi todo lo que una vez lo distinguió del resto de centros comerciales, lo que le hacía tener una personalidad propia, ha desaparecido o está a punto de hacerlo. Casi se ha vuelto tan impersonal y anodino como el resto de superficies. Es algo que me apena, y me abruma aún más que la gente del barrio, que lo han visto evolucionar al mismo tiempo que yo, no parezca lamentarse por ello. De hecho, da la sensación de que ya han olvidado cómo fue una vez, a pesar de que no haya pasado demasiado tiempo.

Es posible no obstante que yo tenga a este lugar algo idealizado. Se inauguró en 1983 (el primer centro comercial que se abrió en Madrid) y yo nací en 1984, así que es como si hubiéramos crecido al mismo tiempo, puesto que no he cambiado de barrio. Digo esto porque cuando uno es niño tiende a sobredimensionar las cosas (todo es más grande, más bonito, más sorprendente que cuando se es mayor, e incluso los recuerdos que vienen a la mente de adulto yo diría que se dulcifican), pero también es cierto que así el vínculo es más profundo, y probablemente me haya fijado más que otros en los cambios que han tenido lugar a lo largo de los cientos de veces en que he ido a alguna de sus tiendas.

Por ejemplo, recuerdo con cariño y nostalgia cuando iba a hacer la compra semanal con mis padres. Siempre el viernes por la tarde, e invariablemente quería llevar yo el carrito. Empezábamos por la compra general en el Alcampo, y después íbamos a la parte del mercado, donde me gustaba la variedad de fruterías, verdulerías, charcuterías, carnicerías, pescaderías y pollerías que allí había. Sin lugar a dudas éste es el cambio que me afecta más: en lo que en su día fue un conglomerado de tiendas de lo más animado, hoy apenas queda una de cada. 

El aspecto es desolador: las planchas del resto de tiendas cerradas, y lo que una vez fue el esquivar a gente haciendo eses con mi carrito, coger con cierta aprensión cangrejos vivos ante la sonrisa de la pescadera, o extender la mano para que el carnicero de confianza me diera Sugus, ha pasado a ser el estertor de un enfermo agónico, junto con el recuerdo de su antiguo esplendor mientras mis pasos resuenan por sus pasillos. No me voy a poner tan cursi como para decir que con el mercado muere una parte de mí, pero me resulta inevitable sentir tristeza al constatar que ya nunca volverá a ser lo que un día fue.

Lo mismo ha sucedido con otras tiendas y comercios tradicionales, que no pertenecían a grandes multinacionales. Van cayendo una tras otra (la Plaza de los Artesanos y su olor peculiar, la Librería Gea -que era mucho mejor que la única que queda-, la cafetería de la esquina donde después pusieron un Miró -ahora ya ni siquiera existe ese Miró-), sustituidas por tiendas de ropa con música atronadora e indistinguibles una de otra, o bien fagocitados por El Corte Inglés (el Galerías Preciados original, la tienda de acuarios, la bolera, La Oca...). Ni siquiera estas multinacionales están exentas de desaparecer, devoradas por otras más poderosas (como el Marks & Spencer, que se comió tiendas de decoración y a su vez ha pasado a formar parte del imperio Zara).

Ya casi no queda ninguna de las tiendas iniciales: de lo poco que sobrevive está el Alcampo (ampliado a base de disminuir espacio de almacenamiento), el Prenatal (reducido de tamaño), el Soriano (reubicado hace muy poco para poner un infame Desigual), la cafetería Manila (con una remodelación horrible) y algún otro comercio poco habitual con complejo de aldea de Astérix (la sucursal de Correos, la tienda de ortopedia, la de copia de llaves...).

Ni siquiera los locales de ocio y restauración han resistido. Con la excepción de los recreativos (que irónicamente se mantienen anclados en el tiempo, al ser ya las videoconsolas domésticas más potentes que las coin-op), lo demás se ha vulgarizado en extremo. Mientras que hubo una vez en que el único establecimiento de comida rápida era el McDonald's, ahora también hay un KFC, un Rodilla y un Taco Bell. Los sitios de más "postín" son el Vips, el Gino's y el Friday's; para qué decir más. Lo mismo que los cines: nunca fueron gran cosa, pero cuando los transformaron en multicines los arruinaron definitivamente. Incluso hubo un simulador/cine móvil, que desapareció sin dejar rastro.

Y no puedo terminar sin mencionar el principal distintivo de La Vaguada: su arquitectura. Un edificio diseñado por Jorge Manrique, muy bien integrado en su entorno (un hoyo recubierto por enredaderas y otra vegetación, que disimulan la fachada de piedra), y con velas en la azotea bastante vistosas y originales. El interior también estaba muy trabajado, con áreas de descanso que semejaban pozas de piedra, incluso con algunos lujos como las cascadas. Mucho de esto también se ha ido al garete, con una remodelación que lo estandarizó para parecerse a otros centros comerciales espantosos, como el Plaza Norte o el Plenilunio. 

Ni siquiera respetaron el nombre y el logotipo originales. Arrasar con todo, ¿y al final para qué? Para empeorar, cómo no. Sea éste mi particular homenaje. In memoriam.

8 comentarios:

  1. Ya he aprovechado a leer este y no puedo estar más de acuerdo. El cambio en la zona de la cascada central ha sido un crimen, no sé a quién se le habrá ocurrido quitar los asientos esos de piedra pero lo nuevo es ahí blanquito, escuchimizado, feo y sin ninguna gracia ni originalidad.

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  2. La tienda de ortopedia acaba de morir también. Van a poner un dentista...

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  3. Si no hubieran hecho nada ahora diríamos que se ha quedado viejo, que huele a sudor de culo y que alguien va a morir atropellado a la salida del parking.

    Por no decir que nunca lavaron las pirámides, que la pizza del arte olía mal y que la escalera de la gran plaza botaba más que una prostituta epiléptica.

    Eso si, muy Jorge Manrique, mucha hiedra y mucha fuente ochentera.

    Soy vecino del barrio, nací en el 78 y vi abrir el centro, con sus mariposas, su mcDonalds al que mi padre no quería ir "porque servían rata" y todo eso también son recuerdos bonitos para mí, pero incluso la arquitectura original sería hoy día impracticable, aparte de todo lo demás.

    Saludos,
    Un vecino de la plaza Ribadeo

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    1. Lo de quedarse viejo y oler a culo (como si una reforma pudiera eliminar el mejor o peor olor de la concurrencia) lo diría usted o indocumentados como usted. ¿La catedral de León se ha quedado vieja? ¿La universidad de Salamanca se ha quedado vieja? Una cosa es "no hacer nada" y otra muy distinta es que lo que se haga arrase con todo lo original, diferenciador y estéticamente sobresaliente que creó el genial arquitecto César Manrique (no Jorge; éste era escritor y de muchos siglos antes). "Fuente ochentera", dice. En fin... No se hizo la miel para la boca del asno.

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  4. Yo comencé a menearme a raíz de la última reforma. He de reconocer que lo de la cascada central fue la gota que colmó el vaso. Yo también crecí junto a la Vaguada y tras estudiar arquitectura en Las Palmas aprendí a apreciar la genialidad de Cesar Manrique. No se que más queda para terminar con todo: arrasaron con las bovedillas vistas, enfoscaron la piedra, quitaron las fuentes, sustituyeron el mobiliario, cambiaron los lucernarios, empeoraron el suelo. ¿Qué queda del proyecto original? las velas?? no daré ideas...En fin, no sirve lamentarse sino actuar. Yo ya me puse en contacto con la fundación Cesar Manrique y ellos ya expusieron sus quejas en algún momento hace años...no veo que fueran escuchados. Lo único que se me ocurre es promover el edificio como un VIC mas ahora emigré como muchos y me resulta complicado. Creo que deberíamos unirnos como plataforma en defensa de lo poco que queda, si a alguien le importa un pito claro, que con la que está cayendo entiendo que hay problemas mas acuciantes.

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  5. Perdón quise decir BIC (bien de interés cultural)

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  6. Nosotros fuimos a vuvir a la valle Fermin Caballero en 1978, y aun habia manifestaciones en contra de su construccion, pero finalmente se construyo.
    Aparte de la maravillosa arquitectura que tenia había gran variedad de tiendas interesantes, que ya no existen, me gustaba mucho una portuguesa que tenía cosas preciosas para el hogar, se llamaba algo que contenía la palabra gallo, por famoso gallo portugues, estaba al final de uno de los pasillos, si supiera que existe aún, en .Madrid aunque fuera de la vaguada iría
    Ahora, cuando voy a buscar un establecimiento me pierdo todo es nuevo diferente....

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    1. Sí, A Loja do Gato Preto. Ahora eso se ha convertido en un Primor, una perfumería gigante.

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