domingo, 30 de marzo de 2014

A las dos serán las tres

Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una, y las dos y las dos...

Otro año más la misma estupidez y tocada de huevos: a adelantar una hora ahora en primavera, para luego retrasarla otra vez en otoño. Siempre vendiéndonos la moto de que así se ahorra mucha energía, somos todos superfelices y comemos superperdices, cuando no hay absolutamente ningún estudio serio que permita concluir que eso sea así. El dichoso cambio de hora se ha convertido en una religión y, como toda religión que se precie, no atiende a razones, se tienen que seguir sus preceptos obligatoriamente, y estos preceptos son por lo general un auténtico fastidio.

Desde el punto de vista energético realmente es que no hay por dónde cogerlo. Muy bien, adelantamos la hora a finales de marzo, con lo cual hasta finales de octubre tenemos una hora más de luz en el día y no hay que iluminar hasta la hora de cenar. Ya, lumbreras, pero como las horas de sol son las mismas independientemente de la hora de reloj que tú uses, resulta que por la mañana hay menos luz de la que tocaría, así que te toca iluminar lo que en condiciones normales no, y entonces lo que ahorras por la tarde te lo comes con patatas por la mañana. Lo comido por lo servido, vaya.

No sólo eso, sino que a fin de cuentas el consumo energético doméstico es considerablemente menor que el industrial. Aunque consiguieras ahorrar algo en la iluminación de las casas, en una fábrica da lo mismo la luz que haya fuera: independientemente de que sea de día o de noche, de que haga sol o de que esté nublado, la maquinaria tiene que funcionar durante las horas de operación, y como ese número de horas no cambia, la fábrica va a consumir exactamente lo mismo con o sin cambio de hora. 

Por si todavía esto no fuera suficiente, en el caso particular de España hay un argumento definitivo. La mejor prueba de que no se ahorra nada de energía es que el lobby mafioso-energético (Endesa, Iberdrola, Gas Natural y demás caterva) no dice ni mu. Si de verdad se consumiera menos durante siete meses al año, ya se preocuparían estos depredadores de presionar para que eso no fuera así y pudieran seguir teniendo sus inmorales y astronómicos beneficios (todavía más astronómicos que los que ya se reparten los muy hijos de puta).

Queda claro por tanto que por la energía no es. ¿Y entonces por qué se hace? Pues no veo que ningún sector se beneficie claramente, así que tiene pinta de que es una moda idiota más que nada. Quizás al comercio le venga bien que cuando la peña termina de trabajar (quienes trabajan, que cada vez son menos) todavía haga sol y se anime a ir de compras, pero van a ser compras en locales cubiertos en los que, al igual que las fábricas de antes, el tiempo que haga fuera es indiferente. Salvo que con la oscuridad te entre la pereza y no vayas (cosa que tampoco termino de ver), desde el punto de vista del comercio no hay ninguna diferencia.

Lo que sí tengo meridianamente claro (me ha tocado sufrirlo) es que el que haya de facto un día al año con 23 horas y otro con 25 es una jodienda para cualquier proceso automatizado. Y de las gordas. Si consiguiéramos ponernos de acuerdo para adelantar/retrasar la hora todos los países en el mismo momento, sería una soberana gilipollez, pero al menos estaríamos haciendo todos el gilipollas de manera coordinada. 

El caso es que como, además de gilipollas, somos una raza tribal hasta decir basta e incapaces de ponernos de acuerdo sobre cualquier tema mundial, cada región hace lo que le sale de los huevos y cuando le sale de los huevos. Ni siquiera dentro de cada país hay unanimidad (salvo en Europa, donde más o menos esta imbecilidad está estandarizada). Pero a las autoridades plin, que esos mismos ingenieros que nos dicen con estudios que esto del cambio de hora es una chorrada ya se las apañarán para que la maquinaria siga funcionando. Tragan lo que les endiñes, oye.

sábado, 22 de marzo de 2014

De qué va esto

Pues es muy sencillo. Éste es mi blog y escribiré en él lo que me dé la real gana. 

La gran ventaja de no escribir para ningún medio concreto es que ningún remilgado "defensor del lector" (eufemismo para "atacante del escritor") al servicio de ñoños tiquismiquis me cantará las cuarenta por ser un machista trasnochado enemigo de la igualdad de género y génera, un centralista que no acepta la pluralidad y diversidad cultural, lingüística y de pollas lisas de los 17 reinos de taifas de esta casa de Tócame Roque a la que llamamos España, o un chulo elitista que se cree superior a la masa borrega y primitiva que habita esta parte del mundo.

Y no sólo me libraré de la dictadura de la corrección política y el buen rollito, sino también de las dichosas líneas editoriales. Como no estoy a las órdenes de este gobierno corrupto, vil y meapilas, no tendré que lamerles el culo con el arte de Marhuenda a la caterva de mangantes desvergonzados que nos gobierna (no se nos olvide, patulea votada voluntariamente y con mayoría absoluta por esa población analfabeta y gilipollas a la que aludía más arriba), al igual que me permitiré el lujo de vez en cuando de fantasear con que desaparezcan de una puta vez las que posiblemente hayan sido las dos instituciones más nocivas para este país: la Iglesia y la monarquía.

Pero como tampoco comulgo con la progresía buenista-ecologista-pluralista-feminazi, podré escribir "Cataluña", "La Coruña", "Vitoria" y "Onteniente" (al igual que digo Londres en vez de London, y Ratisbona en lugar de Regensburg), defender que a los niños hay que darles un cachete como es debido cuando se pasan de la raya (cosa que no les causa ningún trauma que necesite ser tratado por psicoterapeutas y psicoterapeutos) y sostener sin despeinarme que jugar ellos a los soldados y la guerra y ellas a las muñecas y las cocinitas no es un rol impuesto por una sociedad sexista y opresora, sino lo que se ha venido haciendo toda la vida porque es lo que les gusta de manera espontánea, qué coño. Hasta se me permitirá afirmar que para cuando son un poco más mayorcitos, tampoco pasa nada por no permitirles ir a clase (que no estudiar) a los que no saben hacer la o con un canuto o a quienes les importa un comino lo que allí se explique.

Lo malo es que, para que me lea alguien, lo tendrá que hacer ex profeso, ya que no se topará con mi careto en ninguna columna impresa o tertulia televisada sin quererlo ni beberlo. Y dado que por estos lares esto de leer, pensar y argumentar como que no se lleva mucho, dudo de que consiga una legión de seguidores. El caso es que no escribo para que me idolatren; fundamentalmente es un desahogo, que de momento me refrena de mandarlo todo a tomar por saco, agarrar un Kalashnikov, bajar a la calle y coser a balazos a todo quisqui.

Así que a los que se animen, por aquí nos iremos viendo. A menos que acabe por pillar el AK-47 y la líe parda cualquier día de éstos.